Seguidores

viernes, 15 de febrero de 2013

Capítulo 4 - ¿Alguien insignificante? - VILLA MAGNA









VILLA MAGNA

     Procuro caminar con la mirada al frente, focalizando todos mis pensamientos en la historia que debo contar. Realmente, todo mi trabajo depende de mi credibilidad y mi desenvoltura a la hora de presentarme. Por ahora, la historia de la estudiante que quiere preparar su tesis marcha viento en popa y a toda vela. El profesor tenía toda la razón cuando me decía que era la mejor manera de pasar desapercibida. Lo que no entraba en mis planes era conocer a su hijo y que fuese tal y como es, el hombre más impresionante que he conocido en toda mi vida. Creo que lo más difícil es reconocer que alguien te gusta, que te atrae, porque a partir de ese momento todo evoluciona aunque no sepas si para mejor o para peor. Pero esas son las normas del juego. Además, no creo que sea el mejor momento para centrarme en cosas secundarias con la que se me va a venir encima. Desde que empecé mi investigación he oído hablar de Paola Pagliare, de su trabajo, de todo lo que ha conseguido en el mundo del espionaje y la tengo frente a mí, esperándome tranquilamente con aire bohemio en su gran mansión. Sé que lo sabe. Sé que cada movimiento que hago lo graba mentalmente, que me está controlando como un águila a su presa. El trato con el profesor incluía la confidencialidad absoluta y eso incluye a Paola, muy a mi pesar.

-   Buenos días Señorita Zambrano. Tenía muchas ganas de conocerla.- Miré lentamente la cara de Mauro. Palidecía al instante.
-    Buenos días Señora. No he tenido la oportunidad de hablar con Mauro de usted, pero también me alegro de conocerla. – Dije alegremente para romper la tensión del ambiente.
-    Por favor, vamos a la terraza a tomar un refresco y os pondré al día de lo ocurrido. Adrián, vete a comentarle a Patricia que seremos uno más para cenar y no interrumpas nuestra conversación. Vete a tu habitación y estudia, ¡Que falta te hace!

     Esta mujer es de armas tomar, si trata así a sus hijos no quiero imaginar cómo puede llegarnos a tratar a los demás. Comienza a subir las escaleras con ese aire grandioso que le otorga el escenario y no nos queda otro remedio que seguirla como simples corderitos. Siento como Mauro me coge la mano y la aprieta suavemente reconfortándome. Pero en mi interior ocurre todo lo contrario. Cada vez me siento más culpable por tener que mentir de esta manera al único hombre que me ha ayudado y que, sin conocerme de nada, fue amable conmigo. ¡Por Dios! ¡Que nudo tengo en el estómago! Nada de esto entraba en nuestros planes.

     Llegamos a un gran porche de madera con vistas a una piscina que se confunde en el horizonte con el azul del Pacífico. Me hubiera gustado ser una chica normal, que conoce a la madre del chico que le gusta, que toman un café tranquilamente y que se baña feliz en su gran piscina.

-    Toma asiento Paula. Si no te importa, me permitiré tutearte – dice mirándome fríamente a los ojos.
-    ¡Por supuesto, tutéeme! – A lo que ella no contestó igualmente.
-    Tenemos un grave problema. Mi marido ha ido de viaje de trabajo a Roma y aún no ha regresado. Tenía que haber llegado ayer para entrevistarse con una periodista española que está investigando la relación entre la mafia italiana y los expolios que están teniendo lugar en numerosos museos e iglesias de la capital. ¿Sabe usted algo del tema?
-    Como le he dicho antes, puede tutearme.
-    Paula, tengo el don de no poder tutear a la gente cuando estoy realmente molesta.
-    ¡Mamá! – gruñe Mauro indignado mirándola con furia.
-    ¡Cállate idiota! No tienes ni idea de lo que va ésto y actúas como un insensato. No eres un digno hijo de Paola Pagliare. Te he educado para ser inteligente y despierto, para que no pierdas detalle del mundo en el que vives, y te metes en la boca del lobo a la primera de cambio ¡Merda!

     Mis pupilas se dilatan, mi mandíbula se contrae y las aletas de mi nariz se hinchan demostrando la ira que carcome mis entrañas.

-   ¡Dejémonos de farsas! – grito descontroladamente – Trabajo codo con codo con su marido para desenmascarar esta trama.
-   Cuéntanos el motivo por el cual te has involucrado ¡Quiero absoluta sinceridad! Puedes hablar con todo la tranquilidad, Mauro está al corriente de mi vida y no hay secretos con él.
-    Hace algunos años, me fui de Erasmus a Roma. Conocí a un chico y empecé una relación con él que me llevó a quedarme a vivir en Italia más tiempo del que había planeado.
-    ¿Cuánto? – Me interrumpió sagazmente Paola.
-    Cuatro años.
-    ¿Quién era el chico?
-    Marco Andreotti- comento avergonzada.
-    Marco Andreotti ¿el hijo del mayor mafioso?
-   Mauro cariño, ¿a estas alturas te vas a sorprender de algo? Toda la vida te he enseñado que las casualidades no existen y que todo el que crea que es así, caminará por la vida ciego y sordo.
-    No, mamá. Pero me sorprende que Paula esté metida en todo este entramado, que nos ha traído de cabeza tantos años. Ya no puedo más y necesito que todo acabe lo antes posible. Quiero seguir con mi vida y empezar desde cero sin preocupaciones ni miedos que me atormenten a cada paso que doy, sin tener que mirar cada sombra, escuchar cada ruido, buscar bombas en mi coche…
-   Mi intención es la misma – digo apesadumbrada-  Todo empezó por error cuando me enamoré perdidamente del hombre equivocado. No nos separábamos nunca, ni de día ni de noche, lo que me permitió  descubrir poco a poco una trama que se me escapaba de las manos. Era demasiado para una chica de veinte años que lo único que quería era vivir la vida alegremente. Comencé a fijarme más en el mundo que me rodeaba, a poner más cuidado en las llamadas telefónicas, en esas conversaciones familiares que sólo ellos entendían. Acabé por seguirlo a todas partes y apuntaba cada movimiento en una agenda que escondía dentro de la rueda de repuesto de mi coche. Si la encontraban estaba muerta.
-   ¿Cómo conociste a mi padre?
-    Recuerdo una mañana en la que Marco recibió una extraña llamada. Él se limitaba a escuchar y no hablaba en ningún momento. Cuando colgó, salió apresuradamente de la casa sin tan siquiera despedirse así que no me quedó más remedio que perseguirlo por las calles de Roma. Normalmente se reunían en lugares turísticos donde se confundían con los visitantes de la ciudad. Ese día algo era diferente. Tomó una callejuela cercana a La Fontana Di Trevi y entró en una vieja casa naranja con las contraventanas de hierro marrón. Jamás había visto ese lugar. Me escondí en un portal justo en frente que quedaba oculto por la penumbra. De pronto, me agarraron por la espalda sin darme tiempo a reaccionar. Por más que lo intentaba no podía zafarme de él de ninguna de las maneras. Me pidió que no gritara y que me limitara a escucharle atentamente porque el tiempo apremiaba. Comenzó a contarme una historia que podría parecer sacada de una película americana, pero no para mí, que sabía perfectamente de qué me estaba hablando. Era tu padre. Comprendí que los dos perseguíamos lo mismo y que era la única persona que podría ayudarme a salir de allí con vida. Pronto descubrí que Marco sabía que lo tenía vigilado por lo que tu padre me aconsejó que preparara un teatrillo de celos desmesurados muy a la italiana. Un día lo seguí y vi cómo hablaba con una guapa mujer, lo que me dio pie para comenzar con mi delirio. Corrí hacia él y lo agarré de la chaqueta del traje zarandeándolo sin parar, diciéndole que era un cerdo y que cómo me podía engañar con otra mujer. Ese episodio me dio una tregua en la que pude preparar mi vuelta a casa con la ayuda del profesor, que me proporcionó una identidad falsa que es la que estoy utilizando en estos momentos. Si hiciera algún tipo de movimiento con mi nombre real, aparecería degollada en cualquier cuneta en cuestión de horas.
-   Creo que mi marido ha cruzado los límites y se ha puesto en serio peligro. Hay dos ideas que me rondan, o bien está oculto para que no puedan localizarlo o, por el contrario, lo han secuestrado para sacarle información antes de asesinarlo. Tengo que poner en marcha todos mis contactos con la Interpol  y la CIA. Mauro, habla con el servicio secreto y diles que tienes que viajar urgentemente a Roma con Paula. Diles, sin entrar en detalles, todo lo que está ocurriendo y que necesitarás su apoyo logístico en cualquier momento. Mientras tanto, alójate con Paula en su hotel haciendo creer a la gente que te has enamorado de una turista cualquiera y que os vais de viaje romántico a Italia. Cuanta más gente lo sepa, más protegidos estaréis. Ahora mi chófer os sacará discretamente de Villa Magna.

jueves, 14 de febrero de 2013

Capítulo 3 - ¿Alguién insignificante?




VIÑA DEL MAR


     No me lo podía creer. Nunca he sido de esas personas que tienen golpes de suerte, ni casualidades sorprendentes. ¡¿Y ahora ésto?!

-         ¡Qué casualidad! ¿No? – Le digo mientras mi cara se pone roja como un tomate.
-         Señorita Zambrano, las casualidades no existen.

     Pestañeo unas cuantas veces antes de poder mover alguna parte de mi cuerpo. Esa frase me deja totalmente desconcertada. No sé qué pensar. El tiempo pasa y Mauro no aparta los ojos de mí. Me observa con una sonrisa de autosuficiencia que no me tranquiliza en absoluto. Tal vez, sólo sean imaginaciones mías.

-    ¿Diga? – Contesta a su móvil que ni siquiera he oído sonar – De acuerdo, ahora mismo vamos para allá.

     Me vuelvo a quedar de piedra. ¿Éso me incluye a mí? ¡Yo no me muevo de aquí! ¡Lo tengo clarísimo! No lo conozco lo suficiente. Ya me puede decir lo que quiera. Mi respuesta va a ser un no tajante y rotundo.

-    Paula, era mi madre. Tenemos que ir a su casa. Tiene noticias de mi padre y creo que no son nada buenas. ¿Puedes acompañarme?
-    ¡Por supuesto! – Digo decepcionándome a mí misma. ¡Pues sí que tengo fuerza de voluntad!
-     La casa de mi familia está en Viña del Mar, en Valparaíso.

     Suelto una carcajada que lo deja perplejo. Me siento como una estúpida. Le pasa algo a su padre y mi subconsciente viaja hasta las chorradas de mi adolescencia.

-     ¿Me puedes decir qué es tan gracioso?
-     Bueno ¡es una chorrada!
-    ¡Prueba! – dice de mala gana.
-    Cuando iba al instituto ponían una serie por las tardes de siete hermanos que vivían en Viña del Mar. Ya sabes, los típicos niños de papá que no hacen más que meterse en líos con sus amigotes, salir con una tía cada noche y conducir cochazos a todo gas.
-     Yo crecí en Viña del Mar.

     ¡Pues sí que se ha quedado bueno el día! Otra vez he dado en el clavo. Tengo que pensar lo que digo o acabará odiándome y tirándome a los tiburones.

-    ¿Te parezco algo de lo que has dicho?
-    Bueno, tendría que conocerte más para poder contestarte. Tengo que decir a tu favor que uno de los hermanos era muy legal. Uno de esos tíos que elegiríamos para casarnos.
-    ¿Quieres decir que me elegirías para casarte conmigo? – Me mira divertido.

     Otra vez me he metido en un jardín recién regado. Me arden las mejillas de una forma insoportable y la mente se me ha quedado en blanco. A mí, la charlatana de Paula Zambrano, a la que la profe le mandaba siempre notitas en el cole de “es muy buena estudiante, pero lo sería más si no hablase tanto”. He encontrado mi álter ego.

-   Paula, no quiero sacarte de tus ensoñaciones, pero mi madre nos espera. Creo que es conveniente que conozca a la mujer con la que me voy a casar.

     No puedo moverme. Siempre me han hecho gracia este tipo de chorradas. Pero en esta ocasión tienen el efecto contrario. De pronto, siento como tira de mi cuerpo. Me agarra de la mano con fuerza, como a una niña pequeña. Doy un fuerte tirón y consigo zafarme.

-    ¡Vale! – Me dice sonriendo - ¡Pero camina! Tenemos que coger un taxi y es la hora de comer. No vamos a encontrar ninguno.

     La neurona que ha sobrevivido a la catástrofe mental se mueve nerviosa. Meto la mano en mi bolso y consigo coger la tarjeta de mi taxista favorito. Se la entregó y me observa de nuevo.

-    ¡¿Llevas unas horas en Chile y ya tienes la tarjeta de un hombre?! ¡Me dejas alucinado!
-   ¡¿Nunca te han dicho que eres todo un gilipollas?! No pareces la misma persona que me ayudó anoche. ¡Me gustaba más aquél chico!
-    ¡Qué razón tiene mi hermana! Con vosotras hay que andar con pies de plomo.
-   ¿No tenías prisa? ¡Pues llama al puñetero taxista! Dile que estás con la española, la que dejó esta mañana en el Hotel España.
-    ¿En serio?
-     En serio ¿qué?
-    ¡¿La española del Hotel España?! – No puede dejar de reírse con esas carcajadas hilarantes. Me hago la dura como puedo, pero no puedo evitar imitarle.

     Coge su móvil y marca su número.

-    Me ha dicho que está por la zona. Tenemos que salir a la carretera y en diez minutos estará aquí.
-    ¿Qué le ha pasado a tu padre?
-    No lo sé. Pero no es muy normal que mi madre me llame tan nerviosa. Es una mujer de carácter, toda una italiana. No se pone nerviosa así como así.
-    ¡Ahora entiendo lo de Amore!
-    Te he dicho que no existen las casualidades querida niña.

     ¡Querida niña me dice el capullo! Claro, tiene genes italianos. No lo puede evitar. Es como pedirle a un gallego que no beba Queimada o a un andaluz que odie El Rocío. Va en la genética. Mientras sigo con mis elucubraciones, llegamos a la carretera. Y el taxi ya nos espera. He hecho un buen fichaje. ¡Con lo difícil que es encontrar a un hombre servicial!.                Abro la puerta del copiloto y me siento. A Mauro no le queda más remedio que sentarse    atrás a regañadientes. Después de todo, el taxi lo he conseguido yo.

-         A Viña del Mar – le digo volviéndome hacia Mauro para confirmar lo que acabo de decir.
-         Si está usted tan segura ¡Pues a Viña del Mar! – Me dice maliciosamente.

     Otra vez su vena italiana de macho alfa. ¡Por Dios, no sé si podré aguantarlo! El taxista me observa con las cejas alzadas.

-    Bueno ¿A dónde? – Mira a Mauro y espera.
-    Viña del Mar.

     Arranca el coche y se pone en marcha. Pero, ¿qué puñetas es ésto? ¿Lo que yo digo no sirve de nada? Me cruzo de brazos y no abro la boca en todo el camino. Estoy de mala leche. Después de unos minutos de viaje, vemos unos edificios de pisos bastante altos. Circulamos por un bulevar con palmeras a los lados y a nuestra derecha el mar refleja toda la pureza del sol. El efecto es balsámico. El humor me cambia rápidamente. Nos metemos por una calle estrecha y el taxi se para frente a una gran casa.

-    Su destino.
-   ¿Cómo ha sabido la casa? – digo sorprendida-
-    Recuerde, Señorita Zambrano, las casualidades no existen – dice Mauro sin tan siquiera mirarme.

     Le pago el viaje y le doy una buena propina para asegurarme que lo tendré a mis pies. Necesito que alguien aparezca cuando lo llame. Nos bajamos del coche y Mauro me agarra del brazo. Doy un paso adelante, para deshacerme de su mano. ¿Se cree que soy su mascota?

-    No hacía falta que le dieras la propina al taxista.
-   ¿Puedes dejar que haga lo que me dé la gana?
-   ¡Vaya carácter! Digamos que anoche eras más dulce.
-  ¡Vaya novedad hermanito! – Una voz divertida salía de dentro de los muros del gran jardín. Al otro lado de la valla – ¿Anoche?
-   ¿Adrián? – dijo Mauro con cara de sorpresa.

     ¿Quién leches es Adrián? ¿Qué ha querido decir? Las enormes puertas se abren y tras ellas aparece un chico alto, moreno, de grandes ojos verdes, musculoso, guapísimo… ¿Quién es éste?

-   Paula, te presento a mi hermano Adrián.

     Me acerco para darle dos besos y sonríe.

-   ¿Una española? ¡Me encantan las españolas! – Me deja plantada con la cara cerca de la suya. Agarra mi mano y la acerca a su boca. Me da un dulce beso que hace que me tambaleé. ¿Cómo sabe que soy española? Recuerda Paula, las casualidades no existen, bla bla bla… pienso para mis adentros.
-    ¡Por Dios! – Grita Mauro de una forma seca.
-     Tranquilo hermanito ¡Sé que es coto privado!

     Retiro la mano con fuerza y lo miro con cara de asco. Ya veo que los genes italianos han hecho estragos en esta familia. Miro a lo lejos y no puedo creer lo que veo. Un largo camino rodeado de grandes palmeras se pierde en el horizonte. No soy capaz de ver la casa. Unos cuantos jardineros trabajan a nuestro lado. Cosa que me deja bastante sorprendida. ¿Tan grande es ésto? Adrián me coge del brazo. ¿Pero qué les pasa con mi brazo? Al instante, Mauro se encuentra a mi lado y lanza una mirada furtiva a su hermano, que se envara soltándome rápidamente. Pero, al final, ¿quién es el gallito de este corral? Seguimos caminando, y, por fin, aparece la casa. Perdón, ¡la mansión!. Un profesor de universidad gana dinero, pero ¿tanto?. Veo a una mujer que baja las escaleras de la entrada. Lleva una gran pamela que le cubre la cara, un vestido de seda blanco que le hace parecer etérea y unos zapatos rojos con un enorme tacón. Y su forma de bajar las escaleras me deja alucinada. Parece una estrella de cine. Nos espera divertida en el último escalón. Me imagino la imagen que damos. Una chica escoltada por dos hombres esculturales. ¡Qué vergüenza!