ESPUMA EN EL ALMA
Paola
Pagliare se levanta de la mesa con esa elegancia que la caracteriza y nos deja
sentados, petrificados y sin poder articular palabra. Siento como Mauro aprieta
mi mano y me mira fijamente a la cara con sus facciones tensas y contritas.
-
Paula ¿estas bien? – A lo que mi cuerpo ni siquiera reacciona – Nos tenemos que
ir. El chófer nos está esperando.
Me
levanto de forma automática apartándome de él lo más rápidamente posible y me
encamino como un fantasma hasta el Jaguar negro. Me siento por inercia en el
asiento de atrás esperando que Mauro no haga lo mismo. No lo quiero tener a mi
lado. Ahora no. Abre la puerta trasera y se sienta junto a mí con aire de
preocupación, lo que me hace sentir realmente mal. Intento desechar esa sensación
de mi cuerpo pero me resulta imposible no sentir nada por él.
-
Paula, siento mucho todo lo que está pasando. Si por mi fuera...
-
Sólo dime una cosa ¿Todo ha sido una farsa preparada por tu madre? ¿Todo?
-
Paula cariño, este no es el momento ni el lugar más adecuado – Me dice en voz
baja mirando al chófer – Cuando lleguemos al hotel hablaremos de todo.
-
¡No me vuelvas a llamar cariño!
Aparto
mi mirada y observo el mar. La playa está llena de gente tomando el sol,
paseando con su perro, bañándose, comiendo un helado, riéndose y, en
definitiva, disfrutando de una vida que yo sólo puedo ver como espectadora.
Tengo ganas de tener un poco de esa felicidad cotidiana que sólo apreciamos
cuando desaparece.
En
una hora o quizá minutos, llegamos a Santiago. El coche se detiene frente a mi
hotel con un ritmo cadencioso y siento como la tranquilidad de estar en un
lugar familiar me reconforta. Bajo rápidamente del coche sin esperar a Mauro y
entro en recepción donde está mi joven amigo.
-
Buenos días Señorita Paula. ¿Qué tal lo está pasando por la ciudad?
-
Buenos días. Muy bien, gracias. Pero creo que mi visita se ha acabado. Me tengo
que ir a Roma.- Le digo adiós con la mano y lo dejo con la boca abierta.
-
Eso no ha sonado muy romántico que digamos – Me cuchichea Mauro demasiado cerca
de mi oreja.
-
¿Te puedes separar de mí?
-
¡Venga ya! ¡¿Qué demonios te pasa?! Estoy en tu misma situación y no soy
precisamente tu enemigo. ¿Dónde está la chica del bar?
-
¡Eso quisiera saber yo! – Digo chillando – Conozco a alguien insignificante que
me gusta, lo que no me ocurre muy a menudo. Y como no, todo se va a la mierda
como un castillo de naipes.
-
¿Te gusto?
-
¡Ese no es el tema! – Y noto como mis mejillas comienzan a arderme.
-
¿Te gusto? – Me habla mientras me mira directamente a los ojos y se acerca cada
vez más a mi cuerpo.
-
¡Ya no! ¡Ahora te odio! Odio que todo haya estado preparado desde que puse mis
pies en este país. Odio ser una marioneta de tu madre y que haya controlado
cada uno de mis movimientos. Odio que nuestro encuentro casual en el bar no
fuera tan casual.
-
¡Es eso lo que realmente te molesta! ¡No te molesta que unos matones te
persigan, te molesta que lo nuestro no sea real!
-
Creo que decir “lo nuestro” es mucho decir – le digo con una mirada enfurruñada
cruzándome de brazos.
-
Paula, es imposible que eso estuviera preparado. Tú cogiste un taxi en el
aeropuerto y decidiste parar justo en frente de mi bar. Y no fue culpa mía que
te cayeses entre todas tus maletas. ¿También tengo la culpa de que seas una patosa?
-
¿Perdona? Eres un...- El sonido de su móvil me interrumpe.
-
Inspector Rojas – Al otro lado de la línea se oye una voz chillona y estridente
– ¡Lo sé mamá y lo siento!
Me
agarra del brazo y me mete en la habitación de forma brusca y expeditiva.
-
Era mi madre. ¡Quería que nos calláramos de una maldita vez!
-
¿Nos está espiando? ¡No me lo puedo creer! – Le miro con más odio que nunca.
Avanzo
rápidamente por el cuarto hacia la cama y me dejo caer encima como una niña
pequeña cuando se enfada por algo. Pero no tiene el mismo efecto que la primera
vez que lo hice y no me siento reconfortada en absoluto. Me incomoda mi vestido,
mis sandalias, mi diadema y necesito urgentemente un baño reparador. Pero él
está aquí y eso no me ayuda en absoluto.
-
Necesito darme un baño.
-
¿Quieres que te acompañe? La verdad es que sería algo que me relajaría
bastante. Aunque no sé si me relajaría... – dice con una estúpida sonrisa.
-
¡Idiota!
-
¡Yo también te quiero!
Me
doy la vuelta, entro en el baño y doy un portazo seco. Me miro al espejo y
tengo una cara de bobalicona que hacía años que no veía. No me gusta estar
enfadada con él, así que me propongo hablar con Mauro en cuanto me harte del
agua caliente y de la espuma. Abro el grifo y comienzo a quitarme la ropa. Reparto
unas cuantas hierbas aromáticas y no escatimo en gel y pronto vuelve ese olor a
flores y a montaña que me hace cerrar los ojos y respirar profundamente.
-
Paula ¿puedo entrar?
-
¡No! ¿Estas loco?
-
¡Estaría loco si no te lo hubiese preguntado!
No
puedo evitarlo y rompo a reír mientras me meto en la Sleeper de un salto. Río
sin poder parar y en cuanto me recuesto, las lágrimas empiezan a caer por mis
mejillas. El estrés y la ansiedad me están pasando factura y no puedo
controlarme aunque tampoco creo que deba hacerlo. Recuerdo cuando era una niña
y mi abuelo siempre me decía que tenía que echar fuera toda esa rabia y que las
lágrimas eran el mejor antídoto, “limpian la suciedad del alma”, me
canturreaba. Mauro abre la puerta rompiendo de golpe el hilo de mis pensamientos.
Se queda inmóvil observándome.
-
No quiero que estés mal. Tienes una facilidad pasmosa para reír y llorar al
mismo tiempo. Recuerdo que me impresionaste la primera vez que te vi con este
don tuyo.
-
Tranquilo, sólo estoy curando mi alma. Es un buen remedio para empezar desde
cero en el mundo de los sentimientos.
-
¿Puedo sentarme?
-
¿Aquí?
-
Bueno, no veo un lugar mejor. Además, creo que el agua me permitirá hablar
contigo con más tranquilidad. ¡Ya sé como amansar a la bestia! – Y me guiña un
ojo sonriendo de medio lado.
-
Bueno, pues empiece Señor Inspector.
-
Hola, me llamo Mauro y tengo treinta años. ¡No pongas esa cara! Sí, tengo
treinta años. Nací en esta ciudad y me crié con un padre loco por sus trabajos
de investigación y una madre demasiado posesiva y controladora. Pasaba largas
temporadas en casa de mis abuelos maternos, que estaba justo encima del Amore.
Era su restaurante. Lo abrieron cuando llegaron desde Italia como emigrantes y
fue mi sala de juegos durante toda mi niñez. Por eso decidí hacerme cargo del
local cuando ellos murieron. Estudié en Chile hasta los dieciocho años y ese
verano decidí hacer mi carrera en Madrid. Quería alejarme de mi familia y
conocerme a mí mismo. Créeme cuando te digo que convivir con una madre como
Paola no es nada fácil. Estudié Historia y me especialicé en Arqueología y poco
a poco me fueron interesando los robos de obras de arte y los expolios y decidí
regresar a Chile y prepararme para ser Inspector. Estudié aquí criminología y
conseguí entrar en El Cuerpo antes de acabar la carrera. No sé si fue por mi
expediente o por la mano de La
Pagliare, pero ascendí rápidamente. Un buen día me llegó a
mis oídos una información sobre unos robos de obras de arte en el país y cuanto
más iba indagando más claro tenía que era algo grande. Coincidió que mi padre
estaba preparando una exposición en la Universidad con obras cedidas por museos de toda
Europa. Acto seguido, desaparecieron dos piezas muy valiosas. Este suceso
involucró a mi padre en toda esta vorágine y, en ese momento, todo se me fue de
las manos. Y ahora estoy con una preciosa mujer a la que la espuma deja de
taparle las mejores partes de su cuerpo y creo que me ha hecho perder el hilo
de mi relato.
-
¡Mierda!
-
¡Cuánto más te muevas, más me gustará! ¡No puedes evitarlo, ni dejaré que lo
hagas! Me he propuesto no quitarte los ojos de encima, aunque me gustaría hacer
lo mismo con mis manos.
-
¡Fuera de aquí!
Se
levanta tranquilamente sin apartar sus ojos de los míos. ¡Es tan atractivo! Se
contonea lentamente hacia la puerta y no puedo dejar de mirarlo.
-
Nuestro vuelo a Roma sale en tres horas. Espero que tenga usted otro vestido
tan sexy como el que llevaba puesto. – Su comentario consigue ruborizarme – Iré
a mi apartamento a hacer
mi
maleta y estaré aquí antes de que hayas acabado. ¡La ciudad del amor nos
espera!

Cuanto más leo más me engancha... Por favooorrrrrr.... Nos vuelves locas con Mauro...
ResponderEliminarayyyy Mauro... jajajaj si yo te contara que Mauro no tiene tanto de inventado...
ResponderEliminarPues... ami tb me gusta mucho Mauro.... Has pensado en buscar un editor?
ResponderEliminarUn besito, guapa
Muchas gracias Carmen... El mundo editorial me queda muy lejos. No tengo ni idea de cómo funciona! Pero dedicarme a escribir sería mi sueño hecho realidad!
ResponderEliminarPues vamos!!! Espabila!! Y muévete!! Yo no conozco a nadie, pero si se trata de llamar a alguna puerta te echo una mano encantada.
ResponderEliminarBsss