Seguidores

jueves, 21 de marzo de 2013

Capítulo 7 - ¿Alguién Insignificante? - SARA




SARA


Me apresuro a bajar del avión lo más rápido que puedo. Veo cómo Paula no puede seguir mi ritmo entre la cantidad de gente que cruza la pista hacia nuestro autobús. Quiero llegar a la terminal con el primer viaje porque sé que Sara me estará esperando y quiero verla a solas. Paula me mira intranquila, sé que le está dando vueltas a algo en su cabeza, la pregunta es a qué. Desde el momento que la conocí tengo la sensación de que me esconde algo, pero con todo lo que ha sucedido no he tenido tiempo para ordenar mis ideas. Sólo tengo ganas de llegar a nuestra casa en Roma y dormir tranquilamente durante veinticuatro horas seguidas. Probablemente cuando me despierte podré estudiar todo lo que ha pasado durante estos días y ataré cabos. Mientras tanto, no puedo confiar en nadie.

Subimos al autobús y nos sentamos en los primeros asientos mientras observo la pista fríamente. Me tiene intrigado el motivo por el cual Sara me quiere ver de una forma tan precipitada. Probablemente los contactos de mi madre han empezado a hacer preguntas incómodas y ella se ha enterado de algo. Muchas veces hay demasiada información pululando por los Centros de Inteligencia que, con tanto alto secreto, no nos sirve a nadie. Siento en mi nuca la mirada de Paula y cómo sus ojos escrutadores intentan entrever mis intenciones.

- Mira Paula, ahora me voy a reunir con Sara. Para eso saldré de la Terminal unos minutos y volveré a entrar sin pasar por Seguridad. Lo siento mucho, pero tengo que ir sólo.
- ¡¿Qué?! ¡No me parece bien que me excluyas!
- ¡Es lo que hay! Son órdenes del superior de Sara. En estos asuntos cuantas menos personas ajenas haya, mucho mejor para todos. – Creo que se lo ha creído.
- ¿Superior? ¿Cómo que superior?
- Sara es policía Paula.
- Eso no me lo habías aclarado.
- No lo recuerdo, la verdad.
- De acuerdo Mauro, en Madrid decides tú. Cuando lleguemos a Roma te aseguro que las cosas van a cambiar mucho.
- ¡Me extrañaba que no sacaras a relucir esa vena inconformista típicamente española!

Cuando llegamos a la Terminal entro rápidamente y la cruzo a toda prisa. Hay más personas de las estrictamente necesarias pero, al ser la hora de comer, todos los viajeros se aglomeran al rededor de los restaurantes. Salir no será un problema pero entrar será bastante complicado aunque ya me las ingeniaré. A carrera, me subo en la cinta eléctrica y me abro paso a codazos entre la parsimonia insoportable de la gente. Al fondo, veo las puertas de salida. Las atravieso exhausto y veo al otro lado de la calle un Peugeot 508 negro con las lunas tintadas. Es ese sin ninguna duda. Se baja una ventanilla y veo sus ojos observándome. Camino presuroso, abro la puerta y me siento en el asiento de atrás. Sara me mira con un gesto indescriptible, mezcla de alegría y, creo que miedo. Le doy dos besos y espero cauto su reacción.

- Mauro.
- Sara.
- No estoy aquí por temas personales, si fuera así, no querría ni verte- Me dice con desdén.
- Lo entiendo.
- Mira Mauro, no sé de qué va todo este asunto. Pero la cosa es seria. Estamos todos en alerta y, lo que antes era un trabajo puramente rutinario, se ha convertido en algo más farragoso.
- No te entiendo Sara.
- Detrás del secuestro de tu padre hay mucho más que todo lo que te han podido contar. Y créeme, no debes confiar absolutamente en nadie. He estado estudiando todos y cada uno de los informes y hay algo que no me cuadra. Digamos que en esta partida de ajedrez hay muchas piezas que están cambiando de color.
- ¿Qué quieres decir?
- Cuando abro una carpeta y la leo detenidamente y decido que una persona forma parte de un determinado grupo, justo en ese momento, aparece otro informe en el que pone todo lo contrario. No hay nada claro Mauro. No se sabe quién pretende ayudar a tu padre y quién está haciendo todo lo contrario.
- ¿Qué me dices de Paula?
- ¿Paula o Laura?
- Sé que no utiliza su verdadero nombre porque mi padre le consiguió una identidad falsa.
- ¿Tu padre? Creo que estás bastante equivocado. En su identidad no ha tenido nada que ver tu padre y créeme, dudo mucho que hayan tenido contacto.
- ¡¿Qué?!
- Es demasiado para que la entiendas todo de buenas a primeras. Te he traído toda la información en este colgante. Es una memoria externa que vas a tener que proteger con tu vida. Si alguien descubre que la tienes vas a tener serios problemas. Para que Laura o Paula o como se llame no sospeche, te he traído otro igual, pero en este caso es una joya, réplica exacta del que te he dado. Regálaselo diciéndole que te hace ilusión que los dos llevéis el mismo, o alguna chorrada de esas que nos cuentas a las mujeres para caer a tus pies.
- ¡Noto resentimiento en tu voz!
- Te conozco, y sé que la vas a cagar porque estás colado por ella.
- ¡Venga ya!
- Sólo te digo que andes con ojo, sé que hay algo que no te ha contado y sé lo que es, lo que no sé es con qué intención lo ha hecho. Y no me mires con esa cara, está todo en ese colgante. Y ahora, lárgate.
- Muchas gracias por todo.
- ¡Fuera y suerte! Toma, enseña esta acreditación a seguridad y te dejarán pasar sin ningún tipo de problema.

La cojo y bajo del coche a toda velocidad. Vuelvo sobre mis pasos y después de diez minutos de codazos, golpes, pisotones y maletazos, llego a mi puerta de embarque. Paula está sentada con su e-book en las manos. La analizo detenidamente intentando imaginarme lo que se le puede pasar por la cabeza. Nota mi mirada y se gira lentamente, observándome con una tierna sonrisa. Con paso lento, me aproximo hacia ella y me dejo caer con todo mi peso en el asiento contiguo.

- ¿Todo bien? – Me pregunta intrigada.
- Muy bien. Sara sólo estaba preocupada por mí y por mi familia. No tiene ni idea de qué está ocurriendo. Ha intentado investigar por todos los cauces posibles, pero sus superiores le han parado los pies.
- Y ¿los documentos y tu identidad?
- No ha sido capaz de hacer nada.
- ¡Pensaba que lo tenía todo listo cuando hablaste con ella!
- ¡Y yo! Creo que sólo quería verme y ha puesto esa excusa. Digamos que es una ex muy celosa – Con eso detendré su interrogatorio.
- ¿Tiene celos de mi?
- ¡Eso parece! – Mi respuesta la deja tranquila y regocijándose en su felicidad.- Toma, te he comprado ésto.
- ¿Qué es?
- Bueno, es simplemente un detalle. Me he comprado uno para mí y, bueno...
- ¡Muchísimas gracias! – Se lo pone rápidamente en su cuello y lo toca orgullosa de sí misma.

Por megafonía nos avisan de nuestro inminente embarque por la puerta número 3. Entregamos nuestros billetes a la azafata y en cinco minutos volvemos a estar sentados dentro de un avión. Estoy bastante harto de tanto viajar de un lado para otro. Sueño con poder estar tumbado tranquilamente en casa de mis abuelos. Aunque sé que lo que me espera va a ser duro.

Son las 18:30 y tocamos suelo italiano.  En cuanto bajamos del avión nos dirigimos a un operario, le enseño mi acreditación y nos entrega nuestras maletas, guardadas todavía en la misma caja de madera. Tiramos de ellas por toda la pista y salimos de Fiumicino por una salida lateral custodiada por un guardia de seguridad. Paramos un taxi y le indico la dirección de mi casa. Se encuentra a las afueras de Roma, en una campiña llena de viñedos que han trabajado mis parientes durante generaciones. En esa casa he vivido la mejor época de mi vida y los momentos más felices. Ahora estará vacía y sin vida, y todo cuanto recuerdo será sólo eso, un recuerdo.









martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 6 - ¿Alguién insignificante? RUMBO A EUROPA





RUMBO A EUROPA


Después de media hora en remojo es el momento de preparar mis cosas. Cubro mi cuerpo con una toalla y dejo mi pelo suelto para que se seque al aire. Corro hacia mis maletas sin dejar de mirar a los lados para cerciorarme de que realmente Mauro se ha ido. Saco unos pantalones rojos y los miro detenidamente. Rápidamente deshecho la idea y elijo mi vestido turquesa, un regalo de cumpleaños de mi hermana. Siempre que me lo pongo, no sé el motivo, me acuerdo de los veranos de nuestra infancia en el pueblo, en casa de la abuela Marta. Tal vez debería llamarla y decirle que todo va bien. Siempre se ha preocupado muchísimo por mí y me sabe mal tenerla esperando durante tanto tiempo mis noticias. Descuelgo el teléfono que hay encima de la mesita y me siento sobre la cama.

- ¡Sonia!
- ¡Laura! ¿eres tú? – dice mi hermana sorprendida lo que hace que me ponga de mal humor al instante.
- No, Sonia. ¡Soy Paula!
- ¡Ah sí! ¡Esto...! ¡Sí claro, Paula! – mi hermana y sus olvidos. Y eso que le repetí por activa y por pasiva que no me llamase por mi nombre.
- Estoy en Chile y estoy genial. Mi trabajo va estupendamente, pero he conocido a alguien y me voy a ir a pasar unos días a Roma.
- ¡Tú y tus secretos! ¿Es guapo?
- ¡Tu siempre tan preocupada por la inteligencia de mis novios! ¡Pues no te voy a...! – Siento un fuerte tirón en mi muñeca. Es Mauro que me arranca el teléfono de las manos y lo cuelga sin miramientos.

- ¿Qué haces? – Le pregunto totalmente asombrada.
- ¿Estás loca? ¡No puedes llamar a tu familia! ¡Nos pones en peligro a todos y a ellos especialmente! Nosotros nos moveremos y viajaremos pero ¿cuánto les va a costar localizar a tu hermanita?
- ¿Cómo sabes que era mi hermana?
- Te he estado escuchando y cuando me ha dado la impresión de que ibas a salirte de tu guión, no me ha quedado otro remedio que saltar sobre ti.
- Sonia se habrá quedado preocupada así que la volveré a llamar.
- Puedes usar mi teléfono. Es seguro.
- No has contestado a mi pregunta...¿Cómo sabes que era mi hermana?
- Llama de camino al aeropuerto. Nuestro coche está esperándonos en la puerta.

Odio tener que prepararme a toda prisa porque siempre se me olvida algo en algún cajón o acabo con un sólo ojo maquillado. ¡Pero si sólo llevo puesta la toalla! Rápidamente vuelvo a entrar en el baño cerrando con un golpe seco tras mis pasos.

- ¡Eres una mujer muy tozuda! ¡Por algo mi padre eligió el nombre de Paula!

Giro mi cabeza y saco la lengua como si lo tuviese frente a mí. En un segundo tengo mi vestido turquesa listo, me pongo una cantidad generosa de espuma en el pelo y me lavo los dientes a una velocidad supersónica. Salgo a toda marcha poniéndome mis sandalias y meto mis cosas en las maletas como buenamente puedo. Dejo caer todo mi peso sobre ellas y las cierro pillando con la cremallera con yo que sé qué. Alzo la vista y veo a Mauro mirándome divertido con los brazos en jarras y apoyado cómodamente contra la pared.

- ¿Qué soy? ¿Tu mono de feria?
- ¡Pues estoy empezando a planteármelo muy seriamente! – Me dice frunciendo el ceño y conteniendo una carcajada - ¿Lista?
- ¡Sí!

Cojo todas mis cosas pero Mauro me las quita de un tirón tan fuerte que me caigo de bruces entre todas las malditas maletas.

- Te encantan tus maletas ¿Verdad? ¡Siempre que te veo estás caída encima!
- ¡Estúpido!

Me coge las manos suavemente y me levanta quedando todo mi cuerpo pegado al suyo con una cercanía exageradamente incómoda. Salgo a toda prisa al pasillo y oigo el chasquido de su lengua a mis espaldas. Recorremos cada pasillo a toda prisa dejando puertas y más puertas a nuestro paso hasta llegar a recepción. Saco de mi bolso mi tarjeta de crédito pero, como ya es costumbre, los brazos de Mauro me frenan. ¡Oh, vaya! Creo que mi estancia será cortesía de la casa, o del Señor Inspector, o de su Señora madre... ¡yo que sé! 

 
¿Y nuestro taxi? En su lugar veo el reluciente Jaguar negro que nos trajo desde la casa de Paola. ¿Cómo vamos a parecer una pareja normal que se va de viaje romántico a Roma? Cada paso que damos, estamos vigilados por su madre y, más que una pareja, parecemos una presa y su cazador. Hago un gesto reprobatorio con mi cara, abro la puerta del copiloto y me siento tranquilamente. Mauro golpea con los nudillos el cristal pidiéndome que lo baje.

- ¿Qué haces?
- ¡No sé a qué te refieres!
- ¿Por qué demonios te sientas alante?
- Bueno, en los viajes largos me suelo marear y necesito sentarme aquí. Pero si quieres me sentaré atrás y tendré una bolsa de plástico en las manos por lo que pueda pasar.

Se da la vuelta dándome por imposible y se sienta tras de mí con aire resignado y ofuscado. Resulta gracioso lo poderosa que te puede hacer algo tan simple como el asiento delantero de un coche. Me río entre dientes comparando a Mauro con Miss Daisy, aunque creo que ese sombrero no le sentaría nada bien.
El chófer arranca y nos perdemos en las callejuelas atestadas del centro de Chile. Mauro me da unos golpecitos suaves en mi hombro, lo que me hace girar la cabeza.

- ¿Quieres llamar a tu hermana? ¡Toma! – Me ofrece su móvil – La conversación tiene que ser corta y banal, sin entrar en detalles. Dile lo de nuestro viaje a Roma y no le des más información sobre mí por seguridad.

Marco el número y, prácticamente antes de que suene, mi hermana está al otro lado.
- ¡Hola Sonia! ¡Se ha cortado, perdona!
- ¡Me has asustado! – dice ansiosa.
- ¡No pasa nada, tranquila! Vamos camino del aeropuerto y tenemos muy poca cobertura así que si en algún momento se corta...
-¿Vais? – Me dice pícara.
- Sí – Tapo el móvil y miro a Mauro - ¿Puedo decir tu nombre?- A lo que él asiente- Mauro y yo vamos a coger un avión a Roma y pasaremos allí una temporada para conocernos mejor. Además, él nunca ha estado en Italia y es una buena oportunidad.
- ¿En serio? ¿No es un poco pronto? ¿Roma? ¿No tendrás demasiado cerca a Marco? ¿Es buena idea?
- ¡Oh, Dios Sonia! ¡No me agobies!
- ¡Estás loca! ¿Por qué puñetas Roma?
- ¡Para ya! – Cojo un papel de mi bolsillo y empiezo a arrugarlo - ¡Tengo mala cobertura!
- ¡El truco del papel no! – Me grita al otro lado.
- ¡No te oigo Sonia!
- ¡No me cuelgues! ¡Maldita sea!

Cuelgo el teléfono y se lo doy a Mauro que me mira con una media sonrisa de sorpresa.

- ¡ Vaya, vaya! ¡ no conocía esta faceta tuya de dejar colgada a la gente!
- Mi hermana puede resultar muy pesada con todas sus preguntas. ¿Por qué Roma? ¡¿Por qué ésto y por qué lo otro?!
- ¡Es tu hermana, es normal que se preocupe! Además, te vas con un tío súper atractivo a una ciudad propicia para comernos a besos y no salir del hotel en todo el día. ¡¿Qué esperabas?!

Mi cuerpo se escurre incómodo en el asiento buscando un agujerito por el que introducirme y desaparecer sutilmente. En todas mis relaciones he sido la voz cantante y la que dominaba la situación y me encuentro ante este macho alfa que lo único que hace es ponerme en situaciones embarazosas. Me arde todo el cuerpo y me sumerjo en mis constantes elucubraciones dejando que el tiempo pase a mi alrededor sin darme cuenta. Pronto veo ante mí el aeropuerto.

- ¿Cuándo saldrá nuestro vuelo?
- En cuarenta minutos.
- ¡No nos va a dar tiempo! – Bajo corriendo y cojo todas mis maletas y voy a toda prisa en modo estampida chocándome contra todo el mundo.
- ¡Soy Inspector! – Me paro en seco ante ese grito.

Giro mi cuerpo y le veo tan tranquilo con ese paso sosegado y relajado que sólo puede dar el poder. Camina entre la gente sin rozar ni un sólo brazo con ese aire etéreo con el que se movía su madre bajando por la majestuosa escalinata. Nunca le había observado de esa manera aunque también es cierto que es la primera vez que le veo entre tanta gente. Creo que realmente me gusta este hombre y, aunque este no sea nuestro momento, no puedo ignorar lo que siento.

- ¡Ey! ¿Por qué me miras con esa cara? – Me pregunta sorprendido – Parece que fuera la primera vez que me ves.
- ¡Quizá sí!
Rápidamente pasamos delante de las cintas de facturación y con un gesto de mano enseña su placa al personal de seguridad que nos dejan pasar sin problemas.

- Y ¿nuestras maletas? ¿qué haremos con ellas?
- Digamos, que llevo material que es aconsejable no pasar por el escáner y, mi placa me lo permite. Las autoridades están al corriente de la operación y han dado la orden de dejarnos pasar, al igual que en Fiumicino. La Interpol ya está al corriente de todo gracias a mi madre y, de esta forma, estaremos más protegidos.
- ¿Todo el mundo sabe nuestros planes? ¡Ni yo los sé!
- Todo el mundo no, Paula, sólo personas concretas con poderes concretos que podrán abrirnos muchas puertas, digamos que son ex-compañeros de mi madre. Es aconsejable que no lo sepa mucha gente para que no haya filtraciones porque la mafia tiene lacayos donde menos te lo esperas.


Nuestra conversación nos lleva al interior del avión de Lan Airlines. Nuestros sitios están en la parte central y el mío queda pegado a la ventana permitiéndome disfrutar de las vistas , aunque pronto anochecerá y no veré nada de nada. Una vez que he tomado asiendo observo a un hombre con un chaleco amarillo que camina por la pista con nuestras maletas y las introduce en una caja de madera que coloca posteriormente en el interior de la bodega. Las pantallas que quedan frente a nuestras caras atraen repentinamente mi atención dejándonos ver el plan de vuelo; Salida de Santiago de Chile 20:10 – Llegada Madrid 13:25. Salida de Madrid 15:45- Llegada a Roma 18:20.

- ¿Haremos escala en Madrid? – A lo que pongo un gesto de espanto y pesadez.
- Sí, además Sara nos estará esperando para darnos unos documentos.
- ¿Sara? ¿Quién puñetas es Sara si se puede saber?
- Bueno, es...una amiga.
- ¡Venga! Si es una ex me lo puedes decir, total, tienes treinta años y no creo que hayas estado en un Monasterio toda tu vida. Además, no somos nada.
- ¡Pero si tu no quieres!
- ¡Eso no es verdad! ¿Cuándo he dicho yo eso?
- ¡¿Así que quieres?!

Cojo la almohada y la pongo suavemente entre mi cabeza y el asiento. Me tapo con la pequeña mantita y me acurruco junto a Mauro mirándole a los ojos con aire infantil.

- ¡Sí!

Giro mi cuerpo con las mariposas revoloteando en mi estómago y observo por la ventana la maravillosa puesta de sol con sus tonos rosáceos y amarillentos que hacen la compañía perfecta para decorar este momento. Y, como el cansancio me supera, Morfeo se apodera de todo mi cuerpo y caigo en un profundo y reparador sueño que no me abandona hasta ¡doce horas después! Me despierta el tintineo de los vasos de cristal chocando unos contra otros en el carrito de la azafata. Mauro me zarandea suavemente, pero no quiero abrir los ojos.

- ¡Buenos días bella durmiente! ¡El desayuno!
- ¡Buenos días! Mmm tengo hambre.
Me desperezo lentamente y me hago una coleta rápida imaginándome los pelos alborotados que debo tener en este momento. Mauro coge mi almohada y mi manta, rozando levemente su cara contra la mía, y las mete en el porta-maletas. Coloco la bandeja justo a tiempo para que la azafata me entregue el café, los donuts, las galletas y el zumo de naranja.

- ¿Estás bien?
- Sí Mauro, creo que necesitaba dormir largo y tendido para aclara mis ideas. Ayer estaba muy confusa.
- ¿Con todo?
- ¡Con todo no! Hay cosas que tengo muy claras, como que estamos camino de Madrid para ver a tu ex-novia Sara.
- Yo no he dicho que sea mi ex. Además, nos dará información que nos ayudará en Roma y me entregará una identidad falta. ¡Claro, como tu ya tienes la tuya!

Miro hacia arriba y muevo enérgicamente mi cabeza a modo reprobatorio. Desayunamos en silencio y, cuando hemos acabado, saco mi e-book de mi bolso y me enfrasco en mi lectura. Parece que hace años que no lo enciendo y fue la semana pasada. Marc Levy y “La primera noche” me distraen durante unas horas y me hace más ameno el viaje. Adrián y Keira me recuerdan en cierto modo a nosotros pero no están teniendo muy buena suerte con sus investigaciones, lo que hace que me estremezca.
Las luces del cinturón de seguridad se encienden para avisarnos que en breve tomaremos tierra. Guardo mi e-book y me abrocho rápidamente. En breve, estaremos en mi ciudad. Madrid.





jueves, 7 de marzo de 2013

Capítulo 5 - ¿Alguien insignificante? ESPUMA EN EL ALMA




ESPUMA EN EL ALMA

Paola Pagliare se levanta de la mesa con esa elegancia que la caracteriza y nos deja sentados, petrificados y sin poder articular palabra. Siento como Mauro aprieta mi mano y me mira fijamente a la cara con sus facciones tensas y contritas.

- Paula ¿estas bien? – A lo que mi cuerpo ni siquiera reacciona – Nos tenemos que ir. El chófer nos está esperando.

Me levanto de forma automática apartándome de él lo más rápidamente posible y me encamino como un fantasma hasta el Jaguar negro. Me siento por inercia en el asiento de atrás esperando que Mauro no haga lo mismo. No lo quiero tener a mi lado. Ahora no. Abre la puerta trasera y se sienta junto a mí con aire de preocupación, lo que me hace sentir realmente mal. Intento desechar esa sensación de mi cuerpo pero me resulta imposible no sentir nada por él.

- Paula, siento mucho todo lo que está pasando. Si por mi fuera...
- Sólo dime una cosa ¿Todo ha sido una farsa preparada por tu madre? ¿Todo?
- Paula cariño, este no es el momento ni el lugar más adecuado – Me dice en voz baja mirando al chófer – Cuando lleguemos al hotel hablaremos de todo.
- ¡No me vuelvas a llamar cariño!

Aparto mi mirada y observo el mar. La playa está llena de gente tomando el sol, paseando con su perro, bañándose, comiendo un helado, riéndose y, en definitiva, disfrutando de una vida que yo sólo puedo ver como espectadora. Tengo ganas de tener un poco de esa felicidad cotidiana que sólo apreciamos cuando desaparece.

En una hora o quizá minutos, llegamos a Santiago. El coche se detiene frente a mi hotel con un ritmo cadencioso y siento como la tranquilidad de estar en un lugar familiar me reconforta. Bajo rápidamente del coche sin esperar a Mauro y entro en recepción donde está mi joven amigo.

- Buenos días Señorita Paula. ¿Qué tal lo está pasando por la ciudad?
- Buenos días. Muy bien, gracias. Pero creo que mi visita se ha acabado. Me tengo que ir a Roma.- Le digo adiós con la mano y lo dejo con la boca abierta.
- Eso no ha sonado muy romántico que digamos – Me cuchichea Mauro demasiado cerca de mi oreja.
- ¿Te puedes separar de mí?
- ¡Venga ya! ¡¿Qué demonios te pasa?! Estoy en tu misma situación y no soy precisamente tu enemigo. ¿Dónde está la chica del bar?
- ¡Eso quisiera saber yo! – Digo chillando – Conozco a alguien insignificante que me gusta, lo que no me ocurre muy a menudo. Y como no, todo se va a la mierda como un castillo de naipes.
- ¿Te gusto?
- ¡Ese no es el tema! – Y noto como mis mejillas comienzan a arderme.
- ¿Te gusto? – Me habla mientras me mira directamente a los ojos y se acerca cada vez más a mi cuerpo.
- ¡Ya no! ¡Ahora te odio! Odio que todo haya estado preparado desde que puse mis pies en este país. Odio ser una marioneta de tu madre y que haya controlado cada uno de mis movimientos. Odio que nuestro encuentro casual en el bar no fuera tan casual.
- ¡Es eso lo que realmente te molesta! ¡No te molesta que unos matones te persigan, te molesta que lo nuestro no sea real!
- Creo que decir “lo nuestro” es mucho decir – le digo con una mirada enfurruñada cruzándome de brazos.
- Paula, es imposible que eso estuviera preparado. Tú cogiste un taxi en el aeropuerto y decidiste parar justo en frente de mi bar. Y no fue culpa mía que te cayeses entre todas tus maletas. ¿También tengo la culpa de que seas una patosa?
- ¿Perdona? Eres un...- El sonido de su móvil me interrumpe.
- Inspector Rojas – Al otro lado de la línea se oye una voz chillona y estridente – ¡Lo sé mamá y lo siento!

Me agarra del brazo y me mete en la habitación de forma brusca y expeditiva.

- Era mi madre. ¡Quería que nos calláramos de una maldita vez!
- ¿Nos está espiando? ¡No me lo puedo creer! – Le miro con más odio que nunca.

Avanzo rápidamente por el cuarto hacia la cama y me dejo caer encima como una niña pequeña cuando se enfada por algo. Pero no tiene el mismo efecto que la primera vez que lo hice y no me siento reconfortada en absoluto. Me incomoda mi vestido, mis sandalias, mi diadema y necesito urgentemente un baño reparador. Pero él está aquí y eso no me ayuda en absoluto.

- Necesito darme un baño.
- ¿Quieres que te acompañe? La verdad es que sería algo que me relajaría bastante. Aunque no sé si me relajaría... – dice con una estúpida sonrisa.
- ¡Idiota!
- ¡Yo también te quiero!

Me doy la vuelta, entro en el baño y doy un portazo seco. Me miro al espejo y tengo una cara de bobalicona que hacía años que no veía. No me gusta estar enfadada con él, así que me propongo hablar con Mauro en cuanto me harte del agua caliente y de la espuma. Abro el grifo y comienzo a quitarme la ropa. Reparto unas cuantas hierbas aromáticas y no escatimo en gel y pronto vuelve ese olor a flores y a montaña que me hace cerrar los ojos y respirar profundamente.

- Paula ¿puedo entrar?
- ¡No! ¿Estas loco?
- ¡Estaría loco si no te lo hubiese preguntado!

No puedo evitarlo y rompo a reír mientras me meto en la Sleeper de un salto. Río sin poder parar y en cuanto me recuesto, las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas. El estrés y la ansiedad me están pasando factura y no puedo controlarme aunque tampoco creo que deba hacerlo. Recuerdo cuando era una niña y mi abuelo siempre me decía que tenía que echar fuera toda esa rabia y que las lágrimas eran el mejor antídoto, “limpian la suciedad del alma”, me canturreaba. Mauro abre la puerta rompiendo de golpe el hilo de mis pensamientos. Se queda inmóvil observándome. 

- No quiero que estés mal. Tienes una facilidad pasmosa para reír y llorar al mismo tiempo. Recuerdo que me impresionaste la primera vez que te vi con este don tuyo.
- Tranquilo, sólo estoy curando mi alma. Es un buen remedio para empezar desde cero en el mundo de los sentimientos.
- ¿Puedo sentarme?
- ¿Aquí?
- Bueno, no veo un lugar mejor. Además, creo que el agua me permitirá hablar contigo con más tranquilidad. ¡Ya sé como amansar a la bestia! – Y me guiña un ojo sonriendo de medio lado.
- Bueno, pues empiece Señor Inspector.
- Hola, me llamo Mauro y tengo treinta años. ¡No pongas esa cara! Sí, tengo treinta años. Nací en esta ciudad y me crié con un padre loco por sus trabajos de investigación y una madre demasiado posesiva y controladora. Pasaba largas temporadas en casa de mis abuelos maternos, que estaba justo encima del Amore. Era su restaurante. Lo abrieron cuando llegaron desde Italia como emigrantes y fue mi sala de juegos durante toda mi niñez. Por eso decidí hacerme cargo del local cuando ellos murieron. Estudié en Chile hasta los dieciocho años y ese verano decidí hacer mi carrera en Madrid. Quería alejarme de mi familia y conocerme a mí mismo. Créeme cuando te digo que convivir con una madre como Paola no es nada fácil. Estudié Historia y me especialicé en Arqueología y poco a poco me fueron interesando los robos de obras de arte y los expolios y decidí regresar a Chile y prepararme para ser Inspector. Estudié aquí criminología y conseguí entrar en El Cuerpo antes de acabar la carrera. No sé si fue por mi expediente o por la mano de La Pagliare, pero ascendí rápidamente. Un buen día me llegó a mis oídos una información sobre unos robos de obras de arte en el país y cuanto más iba indagando más claro tenía que era algo grande. Coincidió que mi padre estaba preparando una exposición en la Universidad con obras cedidas por museos de toda Europa. Acto seguido, desaparecieron dos piezas muy valiosas. Este suceso involucró a mi padre en toda esta vorágine y, en ese momento, todo se me fue de las manos. Y ahora estoy con una preciosa mujer a la que la espuma deja de taparle las mejores partes de su cuerpo y creo que me ha hecho perder el hilo de mi relato.
- ¡Mierda!
- ¡Cuánto más te muevas, más me gustará! ¡No puedes evitarlo, ni dejaré que lo hagas! Me he propuesto no quitarte los ojos de encima, aunque me gustaría hacer lo mismo con mis manos.
- ¡Fuera de aquí!

Se levanta tranquilamente sin apartar sus ojos de los míos. ¡Es tan atractivo! Se contonea lentamente hacia la puerta y no puedo dejar de mirarlo.

- Nuestro vuelo a Roma sale en tres horas. Espero que tenga usted otro vestido tan sexy como el que llevaba puesto. – Su comentario consigue ruborizarme – Iré a mi apartamento a hacer
mi maleta y estaré aquí antes de que hayas acabado. ¡La ciudad del amor nos espera!